Hoy he tenido que pasar 12 horas en Guayaquil haciendo tiempo para coger un vuelo a Madrid. Me he acercado a la casa de Don Edgar Calderón, ilustre pintor cuencano afincado desde siempre en esta ciudad costera. Afable e inteligente siempre tiene su casa abierta para todo el mundo. He pasado un par de maravillosas horas con este increíble artista charlando sobre arte, historia, política y la vida en general. Su balcón que da al rio Guayas es un oasis de calma y frescor en medio del bochornante barullo de Guayaquil. Iguanas y aves de humedal han sido testigos de ese rato tan provechoso. Si algún día paso por esta ciudad de nuevo, rendiré la correspondiente visita.