Querida amiga, hace más de 26 años que vine por primera vez a verte. Me enamoré de tu misterio, de tu luz y tu tiniebla, de tu cultura, de la forma de tus tejados y de tus ventanas dobles, de las leyendas y de la historia, de los tranvías descacharrados y de lo vetusto de las fachadas. Dos años después volví y las cosas ya habían cambiado mucho. Pero seguías siendo una ciudad mágica, especial.
Ahora he vuelto y me he encontrado con un tesoro de ciudad que ha sido enterrado bajo toneladas de maquillaje, como un parque de atracciones para turistas, que saturan y violentan aquellos rinconcitos tuyos de mis recuerdos.
No obstante, la magia sigue. Solo que ahora hay que esforzarse más y mirarte mejor. Perdóname, Praga, por dudar de ti. Siempre estás un poquito en mi interior. Permíteme mirarte una vez más. Prometo verte bonita.